Comienza la cuaresma y el mensaje del Papa Francisco nos viene como anillo al dedo. La realidad que nos rodea nos hace ver que la maldad, el descuido del prójimo, el egoísmo que conlleva a buscar exclusivamente el propio beneficio, enfría toda posibilidad de fraternidad, de encuentro, de progreso material y espiritual, pues lo único que priva es el interés propio. No hay otro camino son el de reconstruir el tejido social, la conversión del corazón que se endurece cuando no buscamos sino el poder, a costa de la vida de los demás.
Nos dice el Papa: “Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12)”. “Frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio. ¿Qué formas asumen los falsos profetas? Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”. “Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles”. “Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”.
La cuaresma nos invita tradicionalmente a que acrecentemos la limosna, el ayuno y la oración. Estas expresiones tradicionales tenemos que darle contenido actual. Son muchos, demasiados los que deambulan buscando algo para comer, medicinas para remediar sus males, y seguridad que no encuentran en ninguna parte. Negar la necesidad de la ayuda humanitaria, no sólo la que nos puede venir de fuera, sino la que nosotros mismos podemos dar para quien tiene menos que nosotros, es una exigencia de la auténtica caridad. El ayuno, no es tanto privarnos de algo por banalidad. Sentir necesidad en el propio cuerpo y en el espíritu, es darnos cuenta de lo que sufren quienes no tienen otra alternativa que hurgar en las bolsas de basura para mitigar el hambre. Y como creyentes no tenemos otro alimento más sustancioso que la oración verdadera, la que arranca de la proclamación del amor a Dios, la necesidad de pedir el pan de cada día, el perdón, el nuestro y el ajeno, y la fortaleza para no desfallecer ante la desesperanza.
La Campaña Compartir 2018, propia de Venezuela, quiere involucrarnos en el flagelo de la desnutrición infantil que azota a buena parte de la población que nace bajo el signo de la carencia. Para qué, para volver a Dios, y percatarnos que el hambre es un pecado social, destruye la dignidad y nos llama a la solidaridad. Es un absurdo ser sordos ante tantos niños que mueren pudiendo vivir; es un pecado que clama al cielo que quienes superan los primeros años con tantas deficiencias no podrán ser hombres y mujeres útiles. Incorpórate al Proyecto VIVERO con el que Pastoral Social Caritas desarrolla el monitoreo de niños de 0 a 5 años en estado de desnutrición infantil.
Así, palpamos que la compasión es padecer con el otro, sufrir con el otro, acercarme a quien sufre. Es la caricia que sale del corazón, es la verdadera compasión, como nos dice el Papa Francisco, y vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
Ello nos hará más conscientes de que lo que se nos quiere vender como oro es puro oropel y debe ser desechado.
7.- 12-2-18 (3790)