Para San Agustín, la memoria es la fuente más poderosa que le da vitalidad espiritual al hombre en los momentos más gratos de su existencia. Sin ella seríamos simples juguetes del eterno presente. Acá, en el jardín de los Cínaros, cuando hago la siesta placenteramente en el bosque de los Pinos y de las Urracas, emergen alocadamente, como un enjambre de Abejas, unas cuantas imágenes sobre la fiesta histórico-religiosa del 24 de octubre en la Meseta de los Truenos.
Que delicia. Era una semana donde todo se volvía juego al estilo de Dionisio, figura estelar de la cultura helenística. Esperábamos con ansia la maquinaria de la belleza (El Carrusel) que alargaba nuestras miradas hacia los cielos carvajalenses y descubríamos en esos instantes la picaresca del erotismo y de las maravillas del amor. Eran segundos para el susurro y el cuchicheo silencioso de la diosa afrodita. Toda la familia de la Sabana de los Dioses concurría a esa fiesta para disfrutar de la magia y de la audacia de los aventureros, de los pícaros, de los tahúres. En esos días, en la plaza bolívar, el jefe Civil y el bondadoso padre Viloria la llenaban de piñatas para que los niños, jóvenes, adultos y ancianos pudieran contemplar con sus manos un pequeño regalo bendecido por la belleza divina. Sólo que la pereza colgada de la mata de mango, la más sabia de todas, reía de ese alborozo que desaparecería rápidamente. Era lenta y tranquila la que la hacía más cauta y más cuidadosa con sus necesidades. En la Prefectura, inmensa casona de color azul y blanco, se encontraba una cantidad de cajas de pólvora cuyo origen se pierde en la gran muralla del Imperio Chino. Una vez por descuido entraron en llama esas cajas produciéndose un estruendoso sonido que ennegreció la atmósfera de Carvajal y los pájaros de Armadito, de Toto, de Tulio Gómez, de Neneo, de Gloria Aguilar, de Sacramento, del Pavo Juancito Núñez y otros, huyeron despavoridos ante inmensa explosión. Quedó tétrica en un árbol el Águila de Viejo Ulises.
Por cierto, mi abuelo Pedro Aguilar gritó con desesperación: El Vesubio, El Vesubio, El Vesubio. Recordaba los días finales de Pompeya. Palabra que quedó grabada para siempre en los habitantes de Carvajal. El 24 de octubre a las seis de la mañana –un viejo autobús recorría nuestros senderos con un conjunto musical local, integrado por Gonzalo Villarreal, Luis Castellano, Reinaldo Castellano, Manuel Castellano, Canita, Chamberí, El Mocho Ramón, Cara é Cabra tocando una canción peruana llamada Juliana. Que hermoso día. Era la gloria de nuestra historia y de nuestras ilusiones y fantasías.
Sana Diversión
Asimismo, se realizaban los juegos como la cuchara, el huevo en la boca, el palo encebado, el cochino encebado, la carrera de gallo, de burros y de caballos enloquecían a los jóvenes. Cuidaban de estas fiestas los patrulleros de todos los tiempos:
Pedro Borjas, Sacramento, El Iguano y el inspector Peñita. Era costumbre en esas fiestas la de improvisar en la calle principal un pequeño encierro para toros hecho con bambú donde nos divertíamos con las ancestrales las faenas de aventureros e improvisados novilleros venidos de lugares fronterizos, aparecidos ese día para competir con los grandes toreros de esa época: Pedro Borjas, Pablo Anaya, Aranguren, Ratón Pérez, El Iguano, El Hijo del 88, Mil máscaras, Papacito, Perro Lobo, el Loco José… Eran los maestros clásicos de tan sabrosas fiestas. Era una monumental muy heterodoxa porque en esas corridas participaban perros, vacas, toros, becerros y cuanto animal que hubiese por esos rincones. Cuando la cosa se ponía fea nos ocultábamos debajo de los carros o nos colgábamos de los postes de luz. Al otro día se realizaban las competencias de los toros coleados y el enlace de la cinta a caballo. Todo era tan breve que parecía una eternidad de emoción. Al final de la fiesta la gastronomía se veía con tanto gusto: carne en Vara para todos preparada por mi abuelo Pedro Aguilar y el gran Valecillos.
El domingo por la tarde, nos despedíamos de los amigos y amigas del carrusel: de repente todo se volvía tristeza. Como diría el poeta Ulises en la Cantarrana: todo lo breve es alegría como la salida del sol y muere al ocultarse.
Llamado
Nos gustaría que las autoridades civiles que rigen los destinos del municipio San Rafael de Carvajal devolviera a este pueblo el sabor, la alegría y la belleza de esas fiestas que tanto les gustaban a nuestros ancestros y quedó profundamente grabada en nuestra memoria. Por eso cuento estas cosas del ayer para que las nuevas generaciones la gocen en su espíritu y la pongan de nuevo en el mundo de la cotidianidad. Como se gozaba y se reía en aquellos años. Descubrámosla de nuevo.
Compilador Luis Huz Ojeda