En el curso del año 1913 el país nacional sirvió de escenario a trascendentales hechos en lo político, cultural, económico, social… El General Juan Vicente Gómez presidente de Venezuela apoyado por el ejército suspende garantías constitucionales, aplaza las elecciones convocadas a la fecha, reorganiza su consejo de gobierno, gira instrucciones para que se nombre a nuevos Presidentes e integrantes de los cuerpos legislativos en los estados, todos acólitos y de confianza del régimen, clausura la Universidad Central, las cárceles se hacen insuficientes para la cantidad de presos políticos. Los destinos de nuestra entidad federal los rige José María García como presidente del estado, junto Marcos Falcón Rojas Secretario General de Gobierno ambos son figuras incondicionales del benemérito. Como algo novedoso a la época en la ciudad capital irrumpieron dos coches tirados por caballos, uno de uso particular propiedad del Gobernador del estado, el otro de Ismael Barreto para prestar servicio de transporte público a la población. En Valera Luis Tagliaferro instala la primera fábrica de hielo, ofertando al precio de un cobre (cinco céntimos de un bolívar) el kilo de hielo.
Nacimiento
A media noche del 10 de octubre de 1913 en el cuarto de uno de los ranchos de palma que existieron en esa época Genarina Molina, con la ayuda de la partera del pueblo, espera por cuarta vez en su vida, la visita de la cigüeña, para su alegría, a su llegada le trae como regalo una niña, la menor y ultima de cuatro hijos engendrados de su unión familiar con Justiniano Paredes nativo de la cordillera del Alto de La Cruz igual que ella, a quien le asignan el nombre de Juana.
Infancia
Desde que Juana Paredes comenzó a gatear mostro ser desigual a sus hermanos, a los diez meses dio sus primeros pasos sin ayuda, al año ya pronunciaba claro las palabras Papá, agua, teta… su niñez se cumplió en el interior de la casa materna y sus alrededores, andando atrás de su madre jugando con una muñeca de palo confeccionada artesanalmente, imitando a sus hermanos mayores en sus quehaceres entre otros ordeñar las chivas y cargar leña para el fogón temprano, jugando a desaparecer entre la neblina, luego al salir el sol después de las diez de la mañana observando el revolotear de mariposas en el siempre florecido jardín natural del solar, dando de comer a las gallinas, pavos, patos y otras aves domésticas, correteando a los cochinos hasta cerca del zanjón cuando se acercaban mucho a la casa, uno que otro oficio consonante con su edad, su progenitora que fue en vida una mujer de fe, principios y valores católicos le infundo estos, al igual que le enseño a tener educación, buenos modales y respeto a los mayores aprendizaje invaluable para la vida.
Cruce de Caminos
Conversando con Juana ella cruza los brazos, se detiene, piensa y se acuerda: “En aquel en aquel tiempo cuando yo era joven y buenamoza las vías de acceso a todo el poblado eran angostas, de tierra, siendo algo común ver pasar a diario por aquí campesinos guiando arreos de 20 y hasta 30 bestias todas cargadas con productos agrícolas extraídos de fértiles tierras, esto era al igual que hoy un cruce de caminos con paso obligado, venían procedentes de haciendas agrícolas y extensos conucos plantadas en Sabaneta; Santiago; San Lázaro; Las Aguaditas; El Amarillo; Santa Rosa; San Pablo de Jiménez; Santa Rita; Butaque; y demás aldeas vecinas, una buena porción de estos productos eran destinados a suplir las necesidades alimentarias de los habitantes de Valera y caseríos cercanos, otros los transportaban hacia Motatán para enviarlos en ferrocarril hasta La Ceiba; de ahí en piraguas hacia Maracaibo. Antes todo esto era un hermoso llano protegido en sus laderas de mucha selva, habitado por diferentes animales, con sembradíos de cocuiza; café; naranja criolla; piñas; tabaco; onoto, alguna propiedad con ganado vacuno, hasta teníamos de vecinos a espantos y aparecidos, todo era atractivo en San Genaro, Carvajal, todo Campo Alegre, Chipuén, La Cejita y sitios contiguos, asomarse alguien a la puerta de la calle o el solar de la casa, aún a eso de las diez de la mañana, todo se veía cubierto por un colchón de neblina que descendía desde El Alto de la Cruz al mismo tiempo remontaba desde las riveras de los ríos Motatán y Jiménez hasta arropar con su encanto y frescura esta meseta y sus bordes, recuerdo que si uno cogía camino a la iglesia San Rafael Arcángel y andaba unas cuadras hacia arriba buscando el cementerio o una cuadra después de la horqueta en ambos trayectos encontrábamos distanciadas una de otra, casas hermosísimas de tapiales, techo de teja, pisos de loza, puertas altas y ventanales grandes todo labrado a mano en fina madera, el resto de las viviendas eran ranchos de bahareque y caña brava, revestidos con techos de palma, pisos de tierra pisada, los hogares en Campo Alegre abajo era igual que aquí arriba no teníamos dispensario, mucho menos médico, desde siempre hemos padecido la escasez de agua. El vital líquido se cargaba en latas de manteca o tinajas de barro montadas sobre un rodete de trapo encima de la cabeza o en animales de carga, desde algunas minas o nacientes naturales, tampoco había sanitarios, las necesidades del cuerpo las hacíamos en el monte, en cada hogar la familia poseía un cochino… menos pensar en cloacas o electricidad nos alumbrábamos con la luz de la luna y quienes podía hacerlo con lámparas aceite, cebo, carburo”.
La Transición
Sin ser especialista Juana Paredes conoció y vivió como observadora el proceso de evolución de la economía agrícola a la era de la economía petrolera, transición que ocasiono cambios brusco en nuestra agricultura y forma de vida del campesinado trujillano: “La noticia de la presencia de compañías petroleras en los poblados de Mene Grande, Bachaquero, Lagunillas, Cabimas puso a soñar despiertos a muchos, ocasionando abandonar la tierra y sus siembras para emigrar a los campos petroleros del estado Zulia en busca de mejor calidad de vida, sin contar nuestra gente que la carencia de conocimientos técnicos requeridos en estos oficios les impediría hacerlos realidad, no todos consiguieron emplearse en la industria del petróleo truncando su ilusión de mejorar la vida de la familia teniendo que dedicarse a cumplir oficios domésticos, vendedores ambulantes y otros trabajos que no requerían mayor conocimiento, muchos asumieron su realidad y continuaron soñando, pocos retornaron, en mi caso particular familiar, fue escasa la migración”.
Corrieron a los Espantos
“Allá por la mitad de los años 40 del siglo XX, llego a esta llanura el bullicio de unas grandes máquinas con un gentío para manejarlas, moviendo de un lado a otro enormes cantidad de tierra buscando nivelación en la pista de aterrizaje y otros se dedicaban a edificar las oficinas del Aeropuerto de Valera, el cual inmediatamente que fue construido trajo desde el cielo ruidosos aviones con su ensordecedores motores, simultáneamente fueron surgiendo los automotores, el caserío fue creciendo, pues apareció gente venida de otros lados, se ampliaron algunas vías, instalaron el servicio eléctrico, sonó la radio, colocaron tuberías de agua potable, erigieron porrones estratégicamente para suministrar agua gratis a los habitantes, en las casas de familia cavaron pozos sépticos llego el progreso para llevarse la poesía que en esta meseta silvestre florecía, haciendo desaparecer el encanto que en la lúgubres noches nuestros espantos tenían…”
La Familia
Juana Paredes constituye hogar con Jesús Valderrama oriundo del Llano de Melendres, juntos trabajan en su propia casa, desde el amanecer hasta anochecer, toda la semana tejiendo, haciendo sobreros de cogollo e hilando cabuya que trasladaban para vender en el mercado municipal de Valera o hasta los negocios de Motatán mas otros quehaceres laborales para agrandar el peculio familiar, así con esfuerzo logran levantar familia, tres hijos varones. Mario, Pedro y Miguel todos seres productivos, honrados, útiles a la colectividad y el país quienes le han deparado conocer 26 nietos más una numerosa cantidad de bisnietos. Juana Paredes nació enmantillada y bendecida por Dios, quien le confirió buena salud y larga vida, a pesar de haber sufrido una caída con fractura que sano con normalidad y haber sido intervenida quirúrgicamente de la vista, caminaba con naturalidad y veía clarito, poseía memoria prodigiosa y facilidad de palabra a sus cien años de edad aun cocinaba, hacia el café, las arepas, arroz con leche, lavaba su ropa interior y sus vestidos, aseaba su casa, la misma donde nació y siempre vivió, ubicada en la parte alta de la avenida principal de Campo Alegre, Nº 402. Sus cien años de existencia los celebró a lo grande, echando un pie, pero en familia. Falleció a los 102 años de edad cumplidos.