Juancho José Barreto González
proyectoclaselibre@gmail.com
Cuando decidí retirarme, en serio, de la guerra entre venezolanos, era y es para colaborar en la búsqueda de la comprensión y la reunión entre nosotros. Soy antiimperialista desde carajito. Repito: “Ningún ejército va a venir a liberarnos”. Venezuela es un espacio atrapado por dos fuerzas. Necesitamos una tercera, la cultural emancipadora. Diría Don Simón Rodríguez, “colonizarnos con nuestros propios habitantes”
Me permito colocar en la escena, para poder entrar en ella, tres actores. No dos, los clásicos bipolares de siempre. Realistas, patriotas. Derechas e izquierdas. Esta ecuación bipolar domina la escena. Revise, mire la historia. Sienta la historia, está aquí, viva, algo demente e hiriente. Los dos lados inspiran odio, parecen irreconciliables. Allí están en la escena, usted se inclina por uno de ellos. Este, oeste, ojo izquierdo, ojo derecho. Mapa bipolar, mirada bipolar. “Todo lo que yo hago es para cuidarme de “ese”. Desde que me levanto. Hasta sueño con ese, hasta en los sueños los odio”. Es la forma clásica, la historia bipolar.
Soy un tercero. En el camino aprendí lo que después llamé “soberanía personal”. Desatarse de los aparatos opresivos. No hacer nudos, denudar, desnudar. Inventar y poner en práctica todas las técnicas posibles de la reunión. Trabajar realmente la cultura de la independencia. No es fácil. Las ideologías nos fragmentan, mas si no existen los espacios propicios para deliberar, para lograr el acuerdo y el desacuerdo, el convivir aún en medio de las diferencias. Es en la diferencia donde radica la comunicación. Pero, predominan, hasta nos gustan los espacios de las diferencias incomunicadas, incomprendidas.
Se han ideologizado las relaciones. No puedo andar con el diferente. De la idea al odio por la idea del otro. Fatal para la casa. Debemos conversar.
Un proceso didáctico, simple. Aprendo a escucharte. Mientras te escucho aprendo a conocerte, a entenderte. ¿Nos entendemos? El entendimiento es un proceso humano, interactuamos. No es el monólogo del poder, su excentricismo aristócrata. Es la relación diáfana y afectuosa a través de la palabra nuestra de cada día.
La tercera cultura es hermenéutica, no ideológica. No es para convencer, es para escuchar y comprenderse. Los cuerpos y las ideas conversando, no en guerra. La guerra es para matar al otro, para aniquilarlo, para convertirlo en lo mismo que soy. Cuerpos y territorios bajo dominación. Ninguna guerra libera, al contrario, nos amarra a la muerte, a la cultura del matar.
Un venezolano, Francisco de Miranda, nos enseñó la guerra justa, la guerra para liberarse, para defenderse. Venezuela es víctima de la guerra entre potencias, de la guerra interpotenciaria. Sobre cada nación se impone un suprapoder, el poder de los poderosos.
La tercera cultura es liberadora. Debe construir una cultura relacional, horizontal, gentil. Volver habitar lo humano con lo humano creador, dialogante. Un sistema justo es un sistema humano, conviviente. La lucha entre los lados bipolares y entre las potencias sacrifica la convivencia. El mercado está por encima de todo. Lo he denominado “el mercado común de las víctimas”.
Las naciones son unas mercancías disputadas por los conquistadores de hoy. El planeta tierra es un libro abierto donde se narra el sacrificio de la humanidad. La vida no vale nada. Vale es la ganancia. Los pueblos despiertos y conscientes son los únicos que pueden liberarse. Los rebaños serán conducidos al sacrificio independientemente de la puerta por donde entren.
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