Venezuela: Entre el dolor y el futuro | Por: María Eloina Conde

 

La crisis es un hecho, la vivimos. El dolor también está y puede aliviarse pero no termina de sanar. El dolor de ver partir a otras fronteras un nieto y tener la certeza de que la muerte ganará la carrera antes de verle volver, el dolor de enterrar a un hijo pequeño que quedó a la espera de un trasplante de riñón que nunca llegó, el dolor al ver la desesperación y el desconsuelo de quien espera una cirugía que no será porque no puede costear los insumos que no se consiguen en ningún hospital público, el dolor de saber que está por comenzar un nuevo año escolar y habrá profesores dando clases con zapatos rotos porque no pueden reemplazarlos con su sueldo, dolor al escuchar los relatos de quienes han padecido en carne propia la persecución política, dolor de ver cómo se desdibuja el país en el que creciste. Dolor. Ese que parece cortar la respiración y aprisiona el pecho. Y a pesar de eso sentir también el compromiso de encontrar fuerzas para construir.

Pese a esporádicas treguas, a alguna historia de éxito de algún emprendimiento o un sector de la economía que ha tenido una relativa recuperación, es imposible no ver la crisis, no se puede tapar el sol con un dedo. Sí, ya «pasamos lo peor», dice quien es optimista o quien no lee noticias. A veces no hay diferencia.

Desde que nací he escuchado que la crisis es el estado natural de Venezuela, para algunos transitoria y para otros una especie de condena perpetua, para los economistas igual de complejo y sin duda un retador objeto de estudio, para las ONG’s que están en contacto con las realidades más complejas una verdadera lucha y para el ciudadano de a pie que no sólo combate con su día a día sino con la angustia del futuro incierto es una batalla sin tregua.

La crisis de hoy es intrincada, es social, espiritual, política, humanitaria. Es una crisis de valores, de principios, es profunda y llega hasta el alma. Alcanza los rincones menos visibles y también como nunca antes los servicios más básicos. Y aunque la realidad que vivimos es distinta en cada casa, en cada hogar, nadie escapa de la imposibilidad del gobierno nacional de dar respuestas, se trata de funcionarios para los que esta realidad se ha vuelto un rompecabezas que no saben y aparentemente no tienen interés en resolver. El dolor de una vida a medias de alguna u otra forma nos alcanza.

Y a pesar de esto tenemos el compromiso de encontrar oportunidades donde otros solo ven oscuridad, de conseguir formas de crecimiento y evolución dónde muchos creen que el estancamiento es la única opción. Albert Einstein, nos dejó un ensayo al respecto: «…Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

Pero hay quien en medio de la crisis y el dolor consigue la fuerza para continuar, a millones nos ha tocado, y la inspiración resulta ser la flor de loto que nos regala el lodazal en el que han pretendido convertir a nuestro país. Lorenzo Mendoza, en un discurso conmovedor hasta los tuétanos en la Ilustre Universidad De Los Andes, dijo «…Cuando la tempestad está dura, hay que quedarse. Si uno tiene un piso sólido, por más que sea, agárrese, aguante, les toca, es lo que nos tocó…» y en ese azar seguimos resistiendo porque se trata de continuar por el presente y futuro de Venezuela. Y mientras haya vida, bien valdrá el esfuerzo de seguir en esa lucha y mucho más si hemos decidido quedarnos en esta, nuestra tierra, Venezuela, al menos un poco más.

María Eloina Conde

Septiembre 27, 2024

@MariaEloinaPorTrujillo

 

 

 

 

 

 

 

 

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