CRÓNICA | Volver al pueblo en Navidad

Senior woman hugging her daughter on christmas at home

Por: José Leonel Pineda ECS


Por los parlantes del aeropuerto se escucha la voz anunciando “Pasajeros del vuelo Madrid-Caracas, les informamos que el vuelo 357 tendrá un retraso de dos horas debido a las condiciones climáticas, se espera que luego de ese tiempo se pueda volar con normalidad, pedimos disculpas por las molestias causadas”. En otras ocasiones me hubiese desesperado, pero hoy era diferente, si tanto había esperado para volver a mi pueblo, dos horas serían un chiste…

El reproductor de mi teléfono por esos azares irónicos del destino puso a sonar “De Caracas a Madrid” de Malanga, con la diferencia que yo iba de Madrid a Caracas, subí el volumen al máximo para sentirme más inmerso y ver si así, el tiempo pasaba más rápido, pero el reloj parecía detenerse. Cerré los ojos un momento y empezaron a llegar a mi mente aquellos momentos inolvidables de mi infancia y adolescencia.

Cuando me reunía con los panas para hacer un torneo de futbol y demostrarles quien era “su papa” en los videojuegos, o cuando los torneos eran en la vida real y se escuchaba un “Gol gana” que le ponía emoción esos instantes dentro de la cancha…

Sin embargo, también era inevitable no pensar en la razón por la que había salido de mi pueblo: la intensa crisis que vivía mi país y que nos había robado muchas oportunidades a los jóvenes, que veíamos mermadas las posibilidades de comprar una casa, un carro, de tener estabilidad económica… de cumplir nuestros sueños.

Abrí los ojos, el reloj indicaba que faltaba una hora todavía.

Absorto en mis pensamientos recordé aquellas navidades junto a mi familia, cuando a la mesa no le cabía un plato más, los primos nos visitaban, los intercambios de regalo, preparar las hallacas, el primer abrazo del año…

A mi mente seguían llegando recuerdos, esta vez no tan agradables, como aquellas largas colas que se formaban en los supermercados venezolanospara comprar productos, eso empezó los meses antes de decidir venirme a España a buscar un mejor futuro.

Finalmente nos llamaron para abordar el vuelo, el sonido del sello contra el papel me trajo a la realidad, estaba feliz y emocionado por regresar a mi pueblo, y el “Feliz viaje” de la bonita mujer que me atendió me aceleró el corazón, y finalmente me monté en avión.

En Caracas

9 horas con 37 minutos duró el vuelo sin escalas que me trajo de vuelta a mi país, en el avión aproveche para dormir unas cuantas horas y las otras me la pasé nadando en mis recuerdos, pensaba que esta navidad mi abuela ya no estaría, recordé el momento en el que supe de la noticia mientras trabajaba, quise teletransportarme, pero cuando uno está en otro país entiende que la situación (y la distancia) nos obliga a tener que soportar el dolor de una pérdida, solo.

Agradecí mucho a Dios poder estar de vuelta en mi tierra, y aunque aún me faltaba mucho para llegar a mi pueblo, estar en mi país me dibujaba una sonrisa tonta.

Me fui al terminal de La Banderay me monté en el bus que me traería a mi pueblito andino, donde nací y al que recordaba con tanta nostalgia. Luego de otras 8 horas llegué finalmente, a mi casa. Mi familia me esperaba con unos globos, una mesa full de tequeños (los extrañaba), un letrero que decía “estamos feliz de tenerte de vuelta” y una cantidad de abrazos que me arroparon el alma y me sacaron lágrimas de alegría.

La magia de la Navidad

Después de unas horas compartiendo con mi familia, me fui a la casa de mis amigos, o, mejor dicho, de las mamás de mis amigos, pues la mayoría de mis panas de infancia se encontraban esparcidos por el país o por el mundo… me alegré por ellos.

Yo faltaban sólo dos días para navidad, y fue inevitable no pensar como las cosas habían cambiado tanto, sí, avanzar y cambiar son parte de la vida, pero eso no lo hace menos nostálgico.

El 23 de diciembre me tocó ser parte de los que recibían a los migrantes, mis panas estaban regresando a pasar navidad en su casa y yo estaba feliz de poder verlos después de tantos años, con más kilos que antes y algunos hasta con hijos, pero con la misma esencia de amistad que nos une a pesar del tiempo y la distancia.

La noche del 24 nos reunimos en mi casa, a jugar videojuegos como antes, o al menos eso quisimos. Nuestras familias se habían juntado en la cocina y nos llamaron al unísono para que bajáramos a comer.

El último día del año llegó y las doce campanadas me iban acelerando el corazón, agradecí por todo y por todos, porque la gracia de Dios me había permitido volver a mi pueblo, volver a ser aquél que tanto recordaba, con un cuerpo más adulto, pero con el alma de adolescente que tanto recordaba… Todo lo que viene será mejor, para el país, para el mundo… ¡FELIZ AÑO!

Independientemente del lugar del mundo en el que estés, y del avión, tren, barco o bus que tengas que abordar para volver al pueblo en navidad, espero Dios te regale la oportunidad de hacerlo, pues, es un sentimiento lleno de magia, donde por instantes puedes tocar lo intangible, ver lo invisible y sentirte feliz.

 


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