Cada 25 años, antes era cada 100 y luego cada 50, el papa de la iglesia católica convoca un jubileo, que es una indulgencia plenaria, solemne y universal que se les concede los católicos que peregrinen a determinadas basílicas que se encuentran en Roma, la primera de ellas la Basílica de San Pedro en El Vaticano. Tiene una duración de un año, por eso se le llama también “Año Santo” y se inició el 24 de diciembre de 2024 y culminará el 6 de enero de 2026. La iglesia ha dispuesto para los que no puedan ir a Roma otras alternativas que incluyen peregrinar a otros determinados templos y realizar diversas prácticas, ejercicios y ofrendas.
La indulgencia es, de acuerdo con el texto del Catecismo de la Iglesia Católica, “…la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”.“La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente”. En otras palabras, es un “borrón y cuenta nueva” de los pecados cometidos por un católico.
El proceso partió el 11 de febrero de 2022 con la designación por parte del papa Francisco del responsable de la organización del jubileo, y se formalizó con la bula de convocación el pasado 9 de mayo. Los objetivos generales de todos los años santos son los mismos: ofrecer un tiempo y un espacio para la gracia, para la reconciliación con Cristo y la iglesia, para el perdón de los pecados y la renovación de la fe. También promover la justicia social y la unidad de la iglesia.
Este Año Santo 2025 tiene además unos compromisos particulares: la esperanza como expectativa del bien, y también recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación. De manera que la Iglesia está llamada, como pueblo de Dios, a un enorme proceso de renovación espiritual, que la reconcilie con Cristo y su mensaje, y a interpretar los signos de los tiempos para que la mantenga viva en su misión redentora.
En la Bulase expresa que la comunidad cristiana no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de cuidar la casa común, como se le llama al planeta en la carta encíclica “Alabado seas”, que es seguramente el documento más importante que ha salido de la iglesia católica en materia del desarrollo humano integral, y que no ha encontrado en la propia organización el eco que debería esperarse.
No ha podido el propio papa Francisco y su equipo deslastrar a la Curia Romana de sus laberintos oficinescos y de sus resistencias a la transparencia, ni al cuerpo eclesiástico de tantos accesorios y procedimientos burocráticos. La propia organización y realización del jubileo es un enorme complejo donde además de los actos litúrgicos integran una variedad de recorridos turísticos y múltiples eventos que se ofrecen a los peregrinos, que incluyen desde la compra de una enorme variedad de recuerdos o suvenires hasta el consumo de los productos ultra procesados como los packs KFC Kentucky Fried Chicken.
Deberíamos los católicos aprovechar en Año Santo 2025, un año de enormes y complejos desafíos, para repensarnos como personas y como iglesia, meditar el papel de la iglesia en el abordaje de los grandes temas que aún están pendientes,entre otros la defensa de la dignidad de la persona humana, la primacía de bien común, la defensa de los derechos humanos, el tema de la mujer y su rol en la comunidad cristiana, el cuidado de la casa común, el desarrollo humano integral y asumir con pasión el camino sinodal.
La confianza en Dios crece entre tanto la confianza en la iglesia disminuye aún en las comunidades profundamente católicas. Son temas sustantivos que se pueden abordar desde la fe, la esperanza y el compromiso liberador del mensaje de Jesús de Nazareth. Si ese es el camino el 2025 será un Año Santo, lo contrario será más “misa y mesa” como diría Don Mario Briceño Iragorry.
.