Comienza este nuevo año 2023. Nos toma en una Venezuela sumida en la pobreza, la corrupción, la insensibilidad y el caos. Avanzamos en el siglo XXI sin salir del siglo XX, en términos de convivencia civilizada, respeto a los derechos humanos, gobernanza y calidad de vida de los ciudadanos.
Comenzamos otro año con la diáspora en crecimiento. Todos los días más venezolanos abandonan el país o hacen preparativos para migrar. Arribamos a nuevo año con el peor gobierno de nuestra historia, con una oposición fraccionada, enfrentada y, en parte, coaptada, y con una ciudadanía escéptica, desilusionada e indignada por la magnitud de la tragedia.
El desgobierno en funciones, ha derivado en una camarilla de cínicos y mentirosos que solo piensan, cada día, en la forma de perpetuarse en el poder. La oposición distraída en conflictos de dirigentes que no logran superar sus diferencias juveniles, o de emergentes sin formación y sin valores éticos y ciudadanos para generar la confianza y la esperanza que una nación postrada necesita como motor para salir del abismo.
Ese cuadro socio político debemos superarlo. Por eso debemos convertir este nuevo año en el de la responsabilidad. Aquí todos los venezolanos de bien estamos, cada uno en su esfera y en sus circunstancias, en el deber de asumir una conducta responsable para constituir la alternativa sólida y confiable con la que vamos a enfrentar al madurismo en el año 2024.
La primera y más determinante responsabilidad la tenemos quienes ejercemos funciones de liderazgo y conducción política. Es hora de qué quienes hacemos política colóquenos a los ciudadanos, es decir a la nación y al país como la prioridad absoluta de nuestro quehacer cotidiano. Es nuestra obligación construir una alternativa sólida, confiable, integra y ética para conducir a Venezuela hacia la democracia y a su plena recuperación social y económica.
Ha llegado la hora de colocar a un lado los viejos conflictos de buena parte de los actores políticos. De entender y aceptar la crisis institucional de nuestros partidos. De colocar por encima de nuestras ambiciones o legítimas aspiraciones la urgente necesidad de recuperar nuestra patria. De recuperar la confianza de nuestros ciudadanos en la viabilidad de nuestra Venezuela como un país posible, donde se viva con dignidad y decoro. Ese objetivo pasa por rescatar la confianza en un liderazgo capaz, experimentado, ético, auténtico y valiente.
Es la hora de la unión y la convivencia civilizada. Por encima de nuestras adhesiones o rechazos partidistas o ideológicos debe estar el supremo interés de rescatar nuestra Venezuela.
Este año 2023 debemos dedicarlo por completo a la tarea de armar esa alternativa.
Entender la alternativa como un poderoso movimiento ciudadano, organizado en todos y cada uno de los asentamientos humanos de nuestra geografía, con una clara conciencia del nuevo proyecto histórico de sociedad a construir y con un liderazgo consustanciado con la nación en sus diferentes expresiones.
Para este año 2023 está prevista la celebración de un proceso de consulta ciudadana para seleccionar al candidato presidencial que representará a la sociedad democrática en las elecciones, que, de conformidad con la constitución, debería celebrarse a finales del próximo año 2024. El evento constituye todo un desafío para quienes deseamos contribuir a la construcción de esa alternativa democrática.
Desde los integrantes de la Comisión Electoral de Primarias, pasando por quienes aspiramos a la nominación unitaria, los factores políticos y los ciudadanos tenemos el deber de ofrecer leal y prístinamente nuestro concurso para realizar un evento cívico digno de nuestra tradición democrática.
La otra cara de la responsabilidad está en manos de los ciudadanos. Si bien hay razones, en nuestros compatriotas, para la indignación y la decepción también es verdad que esta patria es de todos los que aquí nacimos y luchamos. Por lo tanto, a todos nos corresponde el deber de contribuir a su rescate y desarrollo.
No es suficiente con expresar el rechazo a los comportamientos dolosa o culposamente equivocados y dañinos. No es responsable desentenderse del destino del país y asumir una conducta de indiferencia frente a su caotización. Afirmar “no me interesa la política”, “no vivo de la política”, “no vale la pena, todos son iguales” constituye una irresponsabilidad consigo mismo, con la familia y con el país.
Ciertamente no todos pueden asumir la política como una actividad permanente. Pero eso no significa renunciar a ejercer el derecho de participar en los asuntos públicos y cumplir con el deber de velar por la buena marcha de la comunidad y del país donde vivimos.
El país cuenta con reservas morales, políticas, académicas y espirituales en los cuales confiar. La traición de unos, la incompetencia y el relativismo de otros, no puede llevarnos al abandono de nuestra responsabilidad ciudadana. Asumamos, pues, este año con la firme determinación de ofrecer nuestro concurso para la construcción de la alternativa capaz de derrotar la dictadura y de conducir la República por los senderos de la paz, la justicia, el desarrollo, la modernidad y el bienestar de todos.
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