2019 nació en un ambiente de sustitución y cambios. Está finalizando, con la particularidad que los hechos acaecidos hasta el 30 de abril, condujeron a un final en el que ni la oposición dispuso de la fuerza necesaria para deponer a Maduro, ni el Gobierno pudo alcanzar una hegemonía que condujera al aplastamiento de un adversario enraizado en el malestar social, cuantitativamente mayor.
Lo relevante es que en el trasfondo de esta película se encuentra una silenciosa búsqueda y una rectificación de caminos erráticos, que todo indica conducirá, no a una elección presidencial, ni al fin inmediato de la usurpación, sino a un acuerdo político para hacer las parlamentarias en el 2020.
Una coyuntura en la que la oposición debe actuar, como conjunto, con más inteligencia que ímpetu y voluntarismo inmaduro. No vaya a repetir el craso error de 2005 cuando se abstuvo de participar en las elecciones para la AN, regalándole a Chávez la institucionalidad y todos los poderes públicos. Lo cual coloca hoy a esos partidos, en el disparadero de perder su principal espacio de representación y poder, generando un retroceso, que sería imperdonable.
¿Presidencial o parlamentarias?
Quedan muchos escollos por salvar, el primero es saber el comportamiento del gobierno acostumbrado a la zancadilla y al juego avieso para obtener su fin único de mantenerse en el poder con el respaldo, condicionado a muchas prebendas, de la FANB ¿Qué pasará con el nuevo CNE? ¿Lo nombrará la AN o harán una maniobra para que sea el TSJ? ¿O entenderán su debilidad en el respaldo popular y aceptarán los cambios planteados para sobrevivir en mejores condiciones?
Lo cierto es que el TIAR, hasta ahora, quedó como un desvarío fallido y el gobierno de los Estados Unidos no intervendrá militarmente en el conflicto venezolano, a menos que alegue peligros a su seguridad nacional. Lo que deja claro que las posibles salidas deben buscarse en el marco local y en el peso y capacidad de negociación de los respaldos internacionales de cada bloque, que a la final plantean una salida electoral.
El quid del asunto son los términos. ¿Presidencial, parlamentaria o ambas? El palpito dice que la renovación de la AN será la primera. Si la oposición repite los guarismos de 2015 con un bloque de unidad global, sin exclusiones, será un buen cantar para el futuro mediato, pues el oficialismo, a pesar del uso de las artes de birlibirloque, sigue sin tener el viento de cola consigo.
Un día después de la excelente manifestación opositora del 16N, sobre todo en la provincia, Nicolás Maduro en un programa televisivo con el ya nonagenario José Vicente Rangel, según reseño Guillermo D Olmo de la BBC News, defendió el creciente papel que la divisa juega en la economía de Venezuela como «válvula de escape» frente a la crisis, una declaración que contrasta con la que durante años fue la línea de su gobierno.
Maduro se refirió a la creciente dolarización. «No lo veo mal (…) ese proceso que llaman de dolarización; puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía (…) gracias a Dios existe».
En los últimos meses, presionado por la grave situación económica y el impacto de las sanciones impuestas desde Estados Unidos, el gobierno de Maduro ha ido relajando muchos de los controles que durante años restringieron la actividad económica en Venezuela.
Los pasos a dar en lo inmediato incluyen dejar de lado el “poder dual”, acordar elecciones parlamentarias y garantías para que a mitad de período pudiese celebrarse una consulta vía referendo, que pudiera dar lugar a elecciones presidenciales. Todo esto en el marco de un acuerdo global.
Por su parte, el cardenal Baltazar Porras con un pensamiento más ajustado a la realidad se pronunció a favor del diálogo y advirtió al Gobierno y a la oposición: “El diálogo no significa simplemente sentarse con los que yo quiero, sino que tenemos que sentarnos los unos a los otros más allá de lo que son nuestras preferencias”
Hablar claro al país
Ni la oposición, ni el gobierno quieren hablarle claro al país. Dependen de sus propios atavismos, de sus fantasmas, de ese pensamiento ombligocentrista que los lleva a sentirse como el centro de un universo que se desmorona ante sus ojos, al paso de cambios y realidades que van imponiendo revoluciones tecnológicas y nuevos tiempos. Nuestra clase política por definición y nacimiento es de la era de Johannes Gutenberg que predominó desde el siglo XV hasta finales del siglo XX. Hoy estamos en un nuevo milenio, es otro tiempo con sus propias claves que a corto plazo dominarán el quehacer humano, como en efecto lo está haciendo con sus avances
Parte importante de la dirigencia política está consciente que ni ellos, ni el país, da para más, a menos que se busque un hipotético estallido incognoscible. Ellos deben buscar un punto de encuentro, pero nadie quiere dar su brazo a torcer. Los acuerdos de la Casa Amarilla entre el gobierno y partidos minoritarios de la oposición, quiérase o no, objetivamente abrieron un postigo que hoy se expresa en la reintegración, con sus soles y bemoles, de la AN y la búsqueda de la escogencia de un nuevo CNE negociado y aceptado por las partes en el seno del poder legislativo, el único facultado por la Constitución para hacerlo, pues una jugarreta que le pase esa pelota candente al TSJ traerá consecuencias nada halagüeñas.
Todo indica que la primera convocatoria será a elecciones parlamentarias ¿Qué hará la oposición? Repetirá el craso error de 2005 cuando se abstuvo por influencia de algunos geniecillos de la política y grupos económicos y comunicacionales, entregándole a Chávez el control absoluto de todos los poderes públicos. O participará en una justa donde si logra una unidad sin exclusiones tiene todas las de ganar en mejores condiciones que en el 2015.
Hay quienes aparentan estar deshojando esa margarita entre abstenerse o participar, pero cuando uno constata la realidad en la calle ve a partidos como AD, PJ, VP y UNT no solo haciendo actos públicos con la presencia de Juan Guaidó como líder de la oposición, si no preparando sus maquinarias electorales e iniciando la disputa de aspirantes, que en su mayoría buscan repetir como Diputados por tener solo el mérito, como desgraciadamente para el país siempre fue, de ser aliados del caudillo de ese grupo, sin importar credenciales, conocimientos, ni trayectoria de luchas, incluso en este mismo parlamento 2016-2021
¿Qué haremos en Venezuela?
La abstención sería un nuevo suicidio. El Gobierno hará lo indecible para que esa postura tome fuerza, y repitan los errores cometidos en las elecciones de 2005 y en las recientes de 2017 y 2018.
La falta de resultados concretos en la aplicación de la “Operación Libertad” anunciada en enero por Juan Guaidó la cual tuvo el mérito de darle un norte a la lucha opositora, pero que no pudo lograr sus objetivos luego de once meses de anunciada ha aunado la creencia de que solo un camino electoral bien diseñado, puede garantizar un cambio de gobierno y la reconstitución de la República.
¿Qué haremos en Venezuela? El chavismo es una fuerza político social cohesionada e indiscutible, la oposición sigue siendo archipielágica y debe plantearse nuevos retos, no aptos para mentes enclavadas en el pasado. Veremos. Ésas tenemos, por ahora.