Eddo Polesel
Con las noticias reportadas en la prensa en la segunda quincena de noviembre 2017 se destapó la caja de pandora de la cual ha salido (lo que era vox populis) una hemorragia de denuncias de corrupción política, fiscal, económica y social, propiciada por un régimen que ha venido perdiendo por -su mal gobierno- la legitimidad de origen. En efecto, la magnitud del problema, por su ramificación y extensión en toda la administración pública y empresas del Estado se ha convertido en cáncer maligno que ha dañado y contagiado el débil cuerpo social de la nación. Cáncer que debe ser extirpado para evitar la destrucción de las incipientes estructuras de un sistema democrático que estaban en vía de perfeccionamiento.
Lo comprueba, según fuentes dignas de crédito, que los ingresos actuales de los venezolanos han caído a los niveles de 1954; es decir a los de hace 63, años lo cual comprueba un desastroso retroceso representado en la tragedia humana que estamos viviendo. El régimen, que ha venido mal gobernando el país desde su llegada al poder en 1989, sólo ahora vienen denunciando la corrupción después de la desbancada de dólares recibidos por los altos precios del petróleo en la década 2004-2014 que sólo sirvió para financiar el rentismo y “legalizar” el robo descarado de los recursos públicos, la mayoría de los cuales reposan en paraísos fiscales a nombre de los testaferros. Denuncia de la fiscalía de ahora que luce incompleta tardía e ineficaz lo cual es la demostración de la irresponsabilidad de los contralores y la corresponsabilidad de los gobernantes, por no haber actuado con la diligencia necesaria y haber hecho un buen uso de los recursos públicos y los excedentes generados en el periodo citado, se hubiesen aplicado a las inversiones en obras y activos reproductivos para las transformaciones y adecuaciones estructurales que requería el país hoy aún más críticas.
Si los que nos han mal gobernado siguen haciendo caso omiso al clamor por el estado de crisis estructural política, económica y social que ahora enfrentamos puede ocurrir lo peor; es decir llegar a llevarnos a una catástrofe humanitaria. Para evitarlo, es imperativo realizar una acción efectiva radical de cambios positivos para por lo menos aliviar la más críticas situación del momento, (no efectistas como ha venido ocurriendo) lo cual no será posible con el actual régimen. Por lo tanto, para que se inicie un proceso de saneamiento hay que empezar por aplicar sanciones a los responsables de este desastre y no que todo termine, como ha ocurrido, en meras declaraciones de buenas intenciones que no se han cumplido.
Pareciera un contrasentido que dentro del cuadro de dificultades que estamos atravesando lo que no hemos querido o podido hacer hasta ahora tendremos que hacerlo cuando estemos en condiciones aún más críticas. Esto vale tanto por los individuos, en su condición de ciudadanos que han sido pasivos y victimados así como para los gobiernos, independientemente de la ideología que pretendan aplicar. La diferencia en que, más tarde se haga mayor será el costo social que pagará la población así como el costo político del gobernante será mucho más alto.